martes, 29 de diciembre de 2009

El caballito





Cuando desde la silla donde te sientas me llamas con un dedo, te palmeas los muslos y me invitas a sentarme en ellos, me alcanza el recuerdo de la niña que fui, sentada sobre las rodillas de mi padre, que recita alegre: “Al paso, al paso, al paso”. Tomándome la cara la acercas a tu boca y la besas, despacio, dulcemente, rodeándome los labios con los tuyos, humedeciéndolos con tu lengua. Paladeas mi boca mientras tus manos se deslizan por mi cuello, mis brazos, las siento acariciando mi cintura y mis nalgas. En mi mente mi padre ríe conmigo que, nerviosa, anticipo la parte más excitante del juego; "al paso, al paso, al paso" sigue mi padre recitando. Te acercas a mis pechos, los acaricias, los pellizcas y vas liberándolos de la ropa. Me pego más a tu torso, mi sexo siente el tuyo a través de la ropa. Siempre despacio me quitas las bragas. Los dos sexos son ya uno y se mezclan con el sudor y las ganas. Me penetras. El deseo hace que mi cuerpo se mueva sobre el tuyo. Pegada a tu pecho, sintiendo tus manos calientes, me muevo ansiosa. El eco de mi padre sigue en mí, le oigo subir la voz, acelerar el ritmo -"al trote, al trote, al trote"- mientras nuestro ritmo se acelera entre jadeos. Tus manos oprimen mis caderas forzándome el movimiento, Te escucho gemir mientras yo gimo. Nuestros sexos acoplados, llenándose el uno al otro, nos apuran los latidos, ascienden por todos los poros, los nervios, nos arrincona contra el placer.

"¡Al galope, al galope, al galope!" oigo el eco de mi padre mientras río desenfrenada y brinca mi pequeño cuerpo hasta que lo siento suspendido en el aire en cada impulso de las piernas.

"¡Papá, papá, papá!" me oigo decir entrecortadamente, mientras miro tus ojos vidriosos y entornados, y me clavo a ti desbocada, y el grito de nuestro orgasmo llena la habitación.

lunes, 21 de diciembre de 2009



Cuando mis dedos te recuerdan buscan tu intención,
buscan tu placer exasperados,
buscan en sus yemas lo incendiado para ti,
buscan en mí, el recuerdo herido por tus manos
y se vuelven dardos y plumajes
y boca desmedida.
Se hacen cómplices de un juego sin tu piel
y un placer de ojos cerrados.



viernes, 18 de diciembre de 2009





Sé que no debo llegar tan tarde. De noche, mi barrio no es un barrio tranquilo, lo pueblan las sombras y todo tipo de debilidades humanas que esperan la oscuridad para satisfacerse. Llego en el último autobús y debo andar todavía un trecho hasta mi casa, apresuro el paso. El temor me provoca una subida de adrenalina y mi estómago me insta inquieto a correr más, mis tacones repiquetean sobre la acera y suenan urgentes en mis oídos. No me encuentro a nadie por el camino y pienso que eso aún hace el trayecto más inquietante. Estoy llegando al "callejón" un rincón entre dos edificios, sin salida, sin luz, almacén de contenedores, orines y basuras de toda especie que siempre me ha provocado escalofríos y que debo atravesar por fuerza, no tengo otro camino.

Cómo mi más terrible imaginación hecha realidad, surge del callejón una sombra y rápidamente me sujeta desde atrás por la cintura mientras me tapa la boca con la otra mano. No he tenido tiempo de reaccionar, no he podido gritar, ni correr, estoy indefensa entre unos brazos poderosos de hombre que me arrastran sin miramientos hacia la oscuridad. Mi pánico sí reacciona ahora y como puedo, pataleo y lanzo puñetazos hacia mi espalda, gimo a través de su mano, grande y dura contra mi boca.

Se detiene entonces y mira a su alrededor. Llevándome con él en su búsqueda me lanza al fin contra el muro y su boca se acerca a mi oído, me susurra: no te defiendas más, no quiero hacerte daño. Es la primera vez que oigo su voz y su tono, profundo, caliente, me hace sentir un escalofrío, me eriza el vello de la nuca, tensa mi columna y siento, con asombro, como mis pezones se hinchan y endurecen bajo la blusa. Me quedo quieta a mi pesar, no entiendo qué me esta pasando, pienso que esto es una violación, este hombre trata de forzarme, eso ha quedado claro, y sin embargo yo me estoy excitando, mi respiración empieza a ser entrecortada y noto flujo entre mis piernas.

Me quita la mano de la boca, me suelta la cintura, ha entendido mi inmovilidad y falta de resistencia como un acuerdo tácito. Mientras baja la mano pasa rozando uno de mis pezones y una sensación de ahogo me hace tomar aire, él lo nota y vuelve a subir sus manos con una caricia suave pero intensa, a través de la tela las siento calientes, sin prisa, las detiene sobre mis pechos y los oprime, los acaricia en círculos, los está disfrutando con pausa, sabiendo que podría devorarlos, pero gozando sólo con la idea. Me desabrocha la blusa con cuidado y la retira, bajo el sujetador, mis pechos pugnan por sentirse libres, mis pezones duelen con las ganas. Y entonces retira el sujetador, tira de el hacia abajo con brusquedad y mis pechos se disparan hacia él, al fin respiran y esperan. Pronto sus dedos los recorren, otra vez lentos y golosos recorren la aureola, la suavidad con que se han preparado para su tacto. Mis pezones esperan, ansiosos, que los elija al fin, pero entonces retira las manos. Cuando las devuelve a mí, sus dedos están húmedos y tocan mis pezones con el frío de la noche que aún los excita más, se regodea en ellos con usura, los roza con suavidad y los retuerce con dureza en un juego desesperante que me esta volviendo loca de deseo, hasta que instintivamente y casi sin darme cuenta, abro las piernas en muda invitación.

Aunque no le veo la cara, sé que sonríe, sabe que ha logrado lo que quería, mi excitación, mi rendición total a sus deseos. Con un movimiento firme empuja mi cuerpo hacia un montón de neumáticos. Permanezco quieta y sigo en silencio, con las manos crispadas sobre los neumáticos, él aparta las suyas de mi cuerpo y le oigo abrir su gabán y desabrochar el cinturón de su pantalón, le noto acercarse hasta quedar pegado a mis nalgas y entonces me sujeta por el pelo y me obliga a inclinarme. Mientras mis tetas quedan aplastadas contra la goma fría y polvorienta vuelvo a sentir sus manos sobre mí y esta vez son mis piernas, mi culo, mi pubis los que recorre con la misma desesperante lentitud, con el mismo excitante calor en las palmas.

He empezado a respirar entrecortadamente, han empezado a temblarme las piernas, he comenzado a sentir su miembro erecto, ahora liberado, contra mi piel y ya sólo puedo pensar en sentirlo dentro de mí, forzándome al fin con ese miembro duro y caliente que restriega incesante. Pero no digo nada y permanezco expectante, acoplada a él, con el olor dulzón de la basura a mi alrededor, el tacto rugoso del caucho, el sabor a instinto en la boca.

No ceso de gemir cuando escucho que él también gime, que su excitación comienza a ser tan imperiosa como la mía, sus caricias se han vuelto más rudas, amasa mi carne, ha penetrado ya mi coño con sus dedos y los siento moverse, buscando mis fluidos. Echado sobre mi espalda, juega y goza de nuevo a demorar el desenlace, noto su respiración en mi nuca como un vaho ardiente que deseo tragarme. Intento moverme, volverme a él, morderle la boca, pero no me deja, vuelve a forzar mi cuerpo sobre los neumáticos y mi culo queda entonces completamente expuesto a su lujuria. Me penetra y siento su miembro durísimo entre mis piernas, agarrado con fuerza a mis caderas me penetra profundo, su polla es grande y golpea sin compasión haciendo que me abra húmeda y deliciosamente. La presión excita todos los nervios de mi coño, frota mi clítoris y siento que ya no puedo soportarlo más, me corro con un sonido gutural desesperado y oprimiendo todo mi cuerpo contra esa polla desmesurada que no quiero dejar salir. Entonces le siento rugir sofocado y bombear con más rapidez, aplastándome en cada envestida contra los neumáticos hasta que para de golpe clavándose a mí con furia, como si quisiera traspasarme. Su eyaculación es un surtidor que parece desparramarse por todas mis entrañas.

Caigo desmayada sobre los neumáticos, con las piernas agotadas por tanta tensión. Trato entonces de incorporarme, de volverme a él y conocer la cara que me ha follado y me ha hecho disfrutar como una perra, pero no se me permite y mientras siento chorrear su semen por los muslos él, sujetándome otra vez para que no pueda moverme, y antes de salir corriendo del callejón, me susurra al oído: Gracias, eres una puta deliciosa.



Cada noche, de camino a casa, vuelvo a pasar por delante del “callejón”, pero ahora lo hago lentamente, demorando mis pasos, esperando que, algún día, mi asaltante vuelva a surgir de la oscuridad.





domingo, 13 de diciembre de 2009




Si me atas a la seda de tu infierno,
dame tu boca para liberar al cielo.

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Game On



Una tarde cualquiera, con la rutina pegada a la cintura y los tacones repiqueteando sobre el asfalto hacia casa. Tú que asomas -sonrisa y beso breve- por la puerta de la cocina mientras tus labios disponen rápidos la información del día. Y en tanto nadas -disperso y fuera de mí- por las contingencias banales de nuestras vidas, mis ojos recelan de los tuyos, los buscan y acarician, las manos se aceleran ya hacia un contacto que saben cálido, mis labios buscan tus palabras limpias para acallarlas.

Y ya mi boca se estremece entre tus dientes y la saliva sabe a ti, blanda y móvil, saciando una sed que de pronto y por sorpresa se ha tensado en mi garganta. Y siento tu presión contra la lengua, tus manos rescatando mis cabellos del vacío, tus manos afilando mis contornos hasta las nalgas, tus manos enseñándole la fiebre a mis caderas, tus manos oprimiéndome al perfil de tus vaqueros. Y el beso se prolonga, duele el beso largo, largo y espeso que nos va incendiando.

Cíclopes de lujuria, con las frentes sosteniendo en pie las ganas contra la gravedad, derechos pero juntos, como juncos anhelándose, recorremos la caricia por los cuerpos, nos ansiamos y agitamos verticales. Y ya tus manos y las mías buscan los rincones, con la ropa desprendida a medias, el deseo se pervierte en pie y ya tus dedos buscan mi placer para saciar el tuyo, y tu boca se hace oscura y me condensa obscenidad en los oídos, y me ensucias de placer con tus palabras, desbocado y grueso: Eres una zorra caliente. Sé que te prostituirías y que el dinero que cobraras sería lo de menos. Que lo harías sólo para que los hombres te usaran como a una perra y que gozarías con ello.

Y de pie me cuentas tus historias de amos y sumisas, de entregas desmedidas, de encuentros con sátiros, fustas, vergas, amazonas, esposas, consoladores, cadenas, ojos vendados, sodomía, lluvias doradas. Y de pie, siempre de pie me aceleras el pensamiento y las entrañas, y mis piernas tiemblan tensas y entreabiertas, y el baile sabio de tus dedos eriza mi clítoris hambriento y anega mi placer de miel y sangre..

sábado, 14 de noviembre de 2009



Puede un corazón subirte tanto al cielo
que en su carne abierta
y hasta el celo su mirada nutre el ansia.
Copa seminal, estremecida,
por deseo recorrida a fuerza de mirar y verte,
corazón abierto hasta la entraña,
vertical sabor de la lujuria,
fruta con la piel caliente y húmeda de un beso,
con la pulpa hábida, incendiada,
un corazón de fiebre convocada que a tu carne llama
y a tus dientes.

martes, 28 de julio de 2009

La Playa



El aire caliente y húmedo, denso en la noche de verano, la hace respirar con dificultad, inspira y se le llenan de salitre los pulmones; confusamente escucha el rumor del mar cercano. Hace rato que ha dejado de protestar y resistirse, y tan sólo salen gemidos de su garganta. Las manos de su Señor le sujetan las muñecas con fuerza por encima de la cabeza, y el vaho que sale de su boca cercana le licua el sudor en el cuello, siente el pelo húmedo, adherido a la piel. El capó del coche, convexo y duro contra su espalda, arquea y expone su cuerpo como en una ofrenda y se siente vulnerable, deliciosamente vulnerable.

Hay otras manos, otra boca recorriendo su silueta. Bajo las palmas de esas manos llenas de oscuridad puede sentir el ansia, el deseo brutal de un sátiro, y hace rato que sus pezones y todos sus poros se han rendido a ellas salientes y endurecidos. La boca es un desenfreno de saliva ácida en su sexo, la lengua se mueve con la avidez de un reptil buscando su guarida, y en su recorrido los dientes tropiezan con el clítoris erecto, mordiéndolo con saña.




El tiempo se estira infinito y su deseo de ser penetrada se vuelve insoportable. De forma irreal advierte cómo el flujo resbala por sus piernas y sus nalgas, cómo los labios de su vulva se abren despacio y esponjados. Abre las piernas y dobla las rodillas exponiendo aún más su deseo al desconocido. El Señor le suelta las muñecas y lleva sus manos hasta los pezones, los pellizca y retuerce, su lengua los lame con la precisión de un virtuoso. Es la señal, y nota cómo el coche se hunde bajo el peso de aquélla lujuria que se tiende sobre ella dejándola sin aliento. Sus proporciones son descomunales pero armoniosas, su negra piel es aún mas oscura contra la oscuridad. Su polla, dura y caliente, se le acerca imperiosa, la penetra como si no tuviera medidas, la llena hasta que parece tocarle las entrañas. Ebrio de deseo comienza entonces su danza, le oye gruñir, le palpa el sudor cuando le alcanza las nalgas, siente los testículos golpeando cerca de su ano, el vello púbico arañándole el clítoris en cada embestida.




Hace rato que el Señor la ha abandonado a su suerte y se limita a contemplar el espectáculo. Cuando vuelve a su lado es para susurrarle al oído: He buscado esta polla para ti, mi puta deliciosa, disfrútala y arráncale la gran corrida que le he prometido. Aquello es suficiente. La voz grave y sensual de su Señor la agrieta por dentro, le contrae los músculos, hace que su espalda se arquee y los movimientos rítmicos de su pelvis se funden con los espasmos del semental que la desplaza en su última embestida y la inmoviliza contra el capó; un orgasmo simultaneo rasga la playa.

Sudorosa, desmadejada, todavía jadeante escucha de nuevo la voz de su Señor: Debes vestirte, la noche aún no ha terminado...

viernes, 19 de junio de 2009

Autoretrato inspirado en el óleo




Nací para tu cuerpo,
hembra de metal fundida a tu contacto
nací para ser manos de ti,
de ti esqueleto y sangre,
talón para tus pasos,
pedazos en tu ser erguido.

Tráquea para tu aliento
nací profana por ganar el hambre de tu boca,
morir herida de tu cuerpo.

Recordaba tu delicia de palabras,
la tormenta oscura con que nublas mis oídos,
el grave desperezo del placer
que me regala cuentas insaciables...
Y he tenido que venir,
para decirte que me cuelo por tu boca a devorarte
y me bebo tu saliva redentora,
que me abrazo a tu lengua fugitiva, irreverente,
que recorro con los pies enamorados
esa cueva deliciosa que me baña con su sed cuando me toca,
que me lanzo a tu garganta, tobogán de fiebre,
con la ansiosa confusión de una fogata.

martes, 16 de junio de 2009


La conquistaron sus ojos, en los que habitaba un lobo negro, y perdió los papeles contra la sombra esteparia de sus pestañas. Se dejó seducir por su voz grave, de lengua espesa y colmillos hambrientos, por las cadenas que sus dedos imitaban, por la boca que empezó a devorarla desde la primera cita, por la sangre que pulsaba en su garganta cuando se enfadaba y rugía por encima de la mesa, apoyado sobre su cristal como una gárgola.

Aprendió con él a soportar el frío y el silencio, a enajenarse de su cuerpo esclavo cuando se entregaba, a obedecer con la boca cerrada cualquier capricho, a ponerse sola su pañuelo de seda negra y su collar de perra amaestrada, a comer en el suelo sus migajas, a mostrarse hermosa y deseable ante sus amigos, a dormir durante días en el rincón de la cocina. Aprendió a arrodillarse entre sus piernas y a recibir el semen de sus masturbaciones en la cara, a lamerlo y a tragarlo como única caricia.

Pronto supo que sus deseos se ignorarían siempre, que sus orgasmos serían controlados por un reloj arbitrario que acostumbraba a retrasar, que muchas veces sería llevada al último peldaño de la excitación para no alcanzarlo, que su cuerpo era un juguete interactivo, diseñado para el placer de su amo.

Y se dio cuenta de que era feliz sólo cuando él la ataba, sólo cuando la miraba; que era feliz esperándole durante horas detrás de la puerta y besando sus zapatos cuando al fin llegaba a casa. Y cuando él, aceptando la correa que sumisa le ofrecía, la llevaba a gatas hasta la cama, sabía que iba a ser feliz.

lunes, 15 de junio de 2009

Janusz Miller - ModelMayhem


Guardo en mi boca tu regalo,
tu conjunto de mitades, tus gargantas rojas.
Mi boca es el cáliz codicioso
donde impulsas tu deseo y lo condensas,
la húmeda adicción,
el pensamiento obsesionado y denso de tu pubis,
el tormento de tus ganas anegadas.
Tienes en mi boca tu guarida,
tus cosechas animales,
tus baños de saliva y caliente pensamiento.
Los besos de la fiebre entre mis labios
son caída a la tortura de mirarme y dominarme.
Te entregas al ruego de los dientes,
al dulce balanceo de los ojos entornados,
al jugo de los labios y la lengua.
La atraviesas
-brecha vehemente-
con la tensa rama de tu carne
y te entregas a la sombra de mi pelo
cuando el beso prohibido te derrota.

A la altura de tu sexo mi boca se vuelve clandestina.

lunes, 1 de junio de 2009



Ya no cuento las mareas,
las olas que golpean mis caderas
ni las hebras que me atan a tus huellas dactilares.
Ya no cuento las maneras ni las veces que me llevas hasta el mar
y me devuelves húmeda y sedienta,
ya no cuenta nada que te aleje de mi aliento,
ya no cuento el beso que me dejas inconcluso
ni el intruso pensamiento que te aleja y te adormece.
Sólo siento el ángulo que gime y que por dentro me devora,
esa brasa que atraviesa mis grietas de hembra en celo,
los nudillos con saliva que me aprieto entre los muslos.
Sólo importa en esta húmeda encelada
tu murmullo en mis oídos
y tus manos,
a la espuma de mi cuerpo convocadas.

miércoles, 27 de mayo de 2009


Espero cada noche el beso,
el tono espeso de tu voz,
el hueso de tu boca contra mi cintura.
Espero de tu piel la envergadura toda que me quiebre,
la dulzura de la hiel de tu salvaje,
el sofocante núcleo de sal que se nos forma en el ombligo,
el fiel testigo que me envuelve en tus caprichos y los guarda.
Cada noche,
a tu contacto me desvelo y tiemblo en celo por tus manos,
arremeto contra el sueño que te esconde y me persigue,
húmeda la almohada de añorarte
rallo de mi pecho las virutas de la espera,
te recorro con mirarte
y me estremezco de placer cuando te pienso erecto a mi contacto,
ajustado por tus besos a mi pelvis,
empujado a mis caderas,
acoplado a la frontera de mi vientre.

sábado, 18 de abril de 2009


Estoy desnuda en otros ojos,
otras manos me sujetan las caderas,
me alimenta otra boca la garganta,
se bebe mi saliva, estrecha mis pezones.
El deseo es construido en otro cuerpo,
otro oído en erección palpa mis ansias,
me penetra y rompe otra intención,
otra voz desordenada, muerde y suda tus dominios.

Y tú
llenándote la piel de panoramas,
guardándote las citas de lujuria,
dejándome morir bajo otro peso...
Y tú, arañándote los ojos, ,
con un vaso en el lugar que es de mis nalgas,
sin tocarme acaricias mis contornos de hembra y ascuas
con la fiera decisión de no acallarme.

Sensual la noche y la cadencia,
la violenta colisión de mi espalda contra el muro,
sensual el flujo de pasión
de tu mano subiendo por mi falda,
sensual tu boca comiéndose mi aliento,
tu cuerpo contra el mío, violento de tensión,
sensual ese gemido que se escapa entre mis dientes
cuando el pecho siente el cerco ansioso de tus manos,
sensual esa farola que ilumina nuestro fuego
y esos coches que rechinan la calzada sin saber.
Sensual la acera
y el portal donde escondemos nuestras ganas de morder y devorarnos,
sensual la prisa por mezclar nuestra saliva,
el rápido juguete de unas pieles de neón,
la fuerza del deseo
por morir de pie sobre el asfalto.

martes, 14 de abril de 2009


Cuando mi amo me lo diga, besaré su mano,
y a sus pies saciada,
a sus pies con doble curva de cadera,
mojada por la entrega de otros falos,
a sus pies rayada en siete colas,
a seis manos enseñada y poseída
por las tres bocas mordida y disfrutada.
A sus pies,
después de darme a sus amigos y la fusta,
al ardor de mi carne, de mis pechos manoseados,
después de usada, sometida,
con el semen rezumando de los labios,
tras la loca sucesión de gozo y sangre,
a sus pies
el beso de mi boca.

martes, 7 de abril de 2009


Átame y piérdeme, qué digo...
ábreme a tu juego de metal y seda,
lame mi carmín, vístete de mi saliva,
qué digo...
ráyame la piel granada,
hazme de tu cuerpo entre mis piernas,
embísteme indefensa,
crúzame el deseo con tus dedos.

Átame y muérdeme la piel,
si no me rompes no harás nada que me invoque,
átame...
qué digo, piérdeme en tu cuerda y tus cadenas,
en la palma de tus manos piérdeme,
en tus noches de calor enloquecido
con el cuero de mis nalgas por la alcoba,
mis caricias maniatadas,
la sombra de mi pelo en abanicos negros,
con mi entraña amansada a tus caprichos,
mi lengua, lamiendo el fruto rojo de tus dientes.

lunes, 6 de abril de 2009



Repíteme esa historia de cadenas,
cuéntame otra vez
cómo en las yemas de tus dedos quema la soga que me guardas,
cómo vas a hacer,
para que duelan las ganas de tus besos,
y se queden heridas tus manos en mi espalda
abriéndome en la piel un sonrojo violento,
Cuéntame otra vez,
como atarás mis manos a tu cetro rey,
y amo servirás tus órdenes con hiel,
con la fruta roja y prohibida entre la carne,
con la dulce caricia en la mordaza.

Esclava ansiosa soy de tu lujuria.

martes, 31 de marzo de 2009




Ando con mis noches locas, incendiarias,
con mis doce horas de control a cuestas,
ando vigilada por mi piel,
enloquecida por aquel rumor de amor letal de tu memoria.
Ando persiguiendo en nuestra historia algún retal
que me desmonte otra vez por los rincones,
que me nuble el pecho, que me nombre tuya,
que me tome con el gesto de un amante desbocado.
Ando acariciando mis pezones con tus manos,
con tu boca estoy mojándome el deseo,
con tus dientes me camino la garganta,
con tu cuerpo me recorro todo el cuerpo.

martes, 24 de marzo de 2009


Voy a hacerte manta de mis pliegues,
voy a controlar el tiempo que me faltas y soñar de luego
lo que tardo en calentarte,
voy a encenderte luz de miel sobre mi cama, a rasgarte el alma
y apurar el flujo que me incendia cuando te presiento.
Voy a sobornarte,
cuentos al oído voy a darte que te quemen,
que te inyecten en los poros mi cadencia,
que te acerquen, a mi curva sudorosa,
que te vuelquen el deseo en las dos manos.
Voy a abrirme carne y tentación para tus dientes,
a subir por tu paciencia hasta arrancarla,
a lograrte cabalgando mis caderas.