martes, 16 de junio de 2009


La conquistaron sus ojos, en los que habitaba un lobo negro, y perdió los papeles contra la sombra esteparia de sus pestañas. Se dejó seducir por su voz grave, de lengua espesa y colmillos hambrientos, por las cadenas que sus dedos imitaban, por la boca que empezó a devorarla desde la primera cita, por la sangre que pulsaba en su garganta cuando se enfadaba y rugía por encima de la mesa, apoyado sobre su cristal como una gárgola.

Aprendió con él a soportar el frío y el silencio, a enajenarse de su cuerpo esclavo cuando se entregaba, a obedecer con la boca cerrada cualquier capricho, a ponerse sola su pañuelo de seda negra y su collar de perra amaestrada, a comer en el suelo sus migajas, a mostrarse hermosa y deseable ante sus amigos, a dormir durante días en el rincón de la cocina. Aprendió a arrodillarse entre sus piernas y a recibir el semen de sus masturbaciones en la cara, a lamerlo y a tragarlo como única caricia.

Pronto supo que sus deseos se ignorarían siempre, que sus orgasmos serían controlados por un reloj arbitrario que acostumbraba a retrasar, que muchas veces sería llevada al último peldaño de la excitación para no alcanzarlo, que su cuerpo era un juguete interactivo, diseñado para el placer de su amo.

Y se dio cuenta de que era feliz sólo cuando él la ataba, sólo cuando la miraba; que era feliz esperándole durante horas detrás de la puerta y besando sus zapatos cuando al fin llegaba a casa. Y cuando él, aceptando la correa que sumisa le ofrecía, la llevaba a gatas hasta la cama, sabía que iba a ser feliz.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

es genial, fuerte pero genial

Anónimo dijo...

es muy brillante este poema pero

así no se puede ser feliz

tu si pero él nunca...

Una mujer dijo...

Blackthewriter, me alegra que te guste, esa fuerza es la que esperaba conseguir, si la sientes es que la he logrado.


POEM, ¿le preguntamos a él...?

b dijo...

Así es...